| OCT 182016 Ningún elogio a la violencia es posible ni válida; en cambio todo elogio a la paz es bienvenida, ésta urge de verdad, para tener que evitar la imagen de las macanas y de las armas, que para muchos políticos y comunicadores hoy parece ser la solución: armar a todos los que tengan carro y la quieran para defender a su familia y sus bienes, que respuesta más torpe, si la sensibilidad de los mexicanos y sus estados de ánimo son débiles, con un arma en su poder los hará valientes y tal vez hasta represores. No olvidemos que la violencia tiene raíces, y hay que revisarlas. Pero la solución no es armar a todo mundo, se trata de superar ese escenario, y esto es posible, si se previene el malestar, y para eso están los sistemas de organización y desarrollo social, donde el análisis de diagnóstico, programas de acción y la supervisión son fundamentales. México requiere estrategias con elementos de nuestras culturas. Urge borrar el significante que tiene que ver el defenderse con las armas, se deben tener otras medidas más inteligentes, y una de ellas sin duda es la formación para la convivencia en paz, programas que desde la educación básica se pueden impulsar, si se opta por lo otro, pronto tendremos en las aulas cursos de manejo de armas para niños, que seguramente lamentaríamos mucho. En las escuelas se tienen que activar causas del deseo ético y de fuerzas integradoras de civilización y el amor por la cultura. En los niños se tienen que encontrar respuestas rápido para que no causen angustia y pronto sean cabecillas de colectivos que provoquen desorden social. Es de reconocerse que la paz no está siendo promovida por quienes tienen la responsabilidad de cultivarla; y es que del lado gubernamental ha habido muchos excesos que molestan a la ciudadanía, y muchos ya no estamos para tolerar esa desfachatez e irresponsabilidad, sobre todo cuando el pueblo está que arde por la violencia en muchos frentes. Ya no se deben impulsar estados de personalidad paranoica y crear patrones de desconfianza y recelos en y a los demás, no hay que desconocer que la violencia tiene un significante: la pulsión de muerte, esa fuerza destructora de columnas que también se hereda a las nuevas generaciones, solo que aparecerá con más violentas actitudes. Aún con todo, en nuestra entidad hay lugar para motivar hacia la educación de y por la paz, y no a la guerra. Hay una posibilidad de reinscribir la historia y hacerla vivible; porque de otra manera, más pronto que tarde, tendremos que invertir en guardaespaldas y aparte estar armado, y no por miedo; sino por habito permitido ante la inseguridad. Desde que el ser humano sintió la ausencia de quien lo protegía, y ante la aparición de los dioses simuladores, la moral se olvidó, y es que no puede haber moral en un mundo sin dioses como lo señala la filósofa Juliana González. Hoy estamos confundidos, porque en cada yo es siempre otro, no sólo frente a los demás, sino incluso frente a sí mismo, de ahí que la violencia no sólo sea contra ese otro; sino contra sí mismo. Hoy sabemos que el hombre es libre y mientras más descubre eso, mas oportunidad tiene para descubrir las sospechas, los dogmas y el trasfondo que hay en el discurso de quien tiene el poder. Si el maltrato infantil en todas sus formas está presente en los niños, es porque imitan, la única de manera de atacarlos es con la coparticipación de madres, padres de familia y maestros, claro con el amplio apoyo de las autoridades, con programas reforzados por los medios de comunicación orientados a la cultura de la paz. |